Sin llegar a ser realmente preocupante, la situación laboral mia no es muy boyante que digamos. El trabajo no escasea, pero tampoco sobra y en temporadas como esta me veo en la obligación de salir a trabajar fuera de la isla de Mallorca. Esta semana que está acabando la he pasado casi toda en Barcelona, y a grandes rasgos se podría calificar de “mejorable”. Como el trabajo es algo triste y mucho más cuando duermes en la cabina de un camión, no haré muchos comentarios al respecto.
Durante las jornadas que pasé por aquellos andUrriales, el primer día fue caótico, cansino y se podría calificar como uno de los peores días que he tenido en mi vida profesional, sin embargo, el Jueves fue uno de esos días en que todo salió rodado… bueno casi todo.
Pero como ya he dicho quiero dejar a un lado el tema del trabajo. Al terminar mi faena pronto y dejar el camión en el puerto de Barcelona sobre las 17.00h tuve la oportunidad de visitar uno de mis lugares favoritos fuera de Andalucía. LAS RAMBLAS. Primero me dirigí a ese pedazo de centro comercial que hay en el puerto y pasear por el puente de madera dando botecitos en la parte en que se separa para que entre los grandes veleros. Empezaba a llover. Llegué al centro comercial y como es habitual en mi, mi primera visita fue al WC. Después a una de mis tiendas favoritas, que aunque no recuerdo muy bien el nombre es una delicia andar por sus angostos y pequeños pasillos llenos de juguetes y coches de Scalextric. Por cierto, había ofertas muy suculentas, pero me economía empezaba a ser más bien escasa… Después emprendí ese paseo que me llevaría hasta la Plaza de Cataluña y vuelta al puerto. La fuerte lluvia dejó paso a una tormenta de proporciones descomunales, si seguimos con un símil marítimo, dejamos a un lado los grandes veleros para empezar a ver grandes trasanlánticos. Así, que tanto yo como un grupo de personas nos cobijamos debajo de un edificio de caracter militar que hay a la salida del puente.
Llovía.
Ameinó y salimos como una estampida. Dirección La Rambla de Santa Mónica. La cantidad ingesta de agua caída había dejado desierta una de las calles más concurridas y con más vida que conozco. Pero conforme pasaban los minutos, los mimos y titiriteros iban ocupando de nuevo sus posiciones y en poco tiempo, el gentío se volvió apoderar de ese tramo de la ciudad.
Andar por las Ramblas de Barcelona es uno de los ejercicios más relajantes y gratificantes que he podido hacer.
Hay gente adicta a la comida basura, otras a unos colores futbolísticos, a coleccionar sellos… A mi lo que me gusta es el café basura. Me explico. Me encanta el café del Danki Donuts. Que le voy a hacer. Y cada vez que voy a Barcelona y voy a las Ramblas me tomo uno, mientras me siento en un banco leyendo alguna que otra revista que me compro en uno de sus muchos quioscos, que venden de todo, hasta gitanas bailando flamenco a modo de imán para la nevera… Un recuerdo muy típico de Barcelona, si obviamos que el flamenco es un arte andaluz, pero ya se sabe, la pela es la pela. Después de mi cafelito y mi revistica, bajo por la parte derecha, si miramos al mar de frente y además de haber locutorios, teatros, coches muy muy caros aparcados con los critales tintados y restaurantes chinos en los que se nos ofrece paella. (véase el ejemplo de la gitana bailando flamenco) Nos encontramos con el Mercado de la Boquería. Una eclosión de sabores, olores y colores. Es como si dentro de un oasis te encontrases un concesionario Audi en el que te dejan probar los nuevos modelos de la marca de los cuatro aros, como el nuevo TTS Roadster en azul y cambio automático. Cáspita, ahora podeis imaginar que otras ventanitas tengo abiertas en el güindos.
Durante tres horas incluido una parada por motivos climatológicos estuve dando un paseo por una de las mejores ciudades del mundo, al menos del poco mundo que conozco y que no está en Andalucía. Ahora sólo me falta disfrutar de Barcelona con mi Turpi y en unas auténticas vacaciones.
Al llegar al puerto tuve mi momento de Gloria, pero después… bajé hasta los infiernos. Pero como eso son cosas del trabajo, lo dejaré para otra ocasión. Por cierto, el título de esta entrada no es de mi cosecha, lo vi en un escaparate y me gustó. Ahora siempre formará parte de esta pequeña bitácora y de todos los que la lean.
Sed felices.
Besitos.
Por cierto, ahora se me ha venido una canción a la cabeza que tenía puesta mi padre en el coche, en una cinta de caset, nada de discos compactos ni puertos USB….
Joder… la cantidad de emigrantes que ha dado y que está dando Andalucía. Carlos Cano, uno de los más ilustres andaluces que ha dado nunca mi amada tierra decía algo asi en La murga de los currelantes: “que vuelvan pronto los emigrantes”
Que volvamos pronto…
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